La búsqueda de la felicidad
Allí donde huele a mierda, huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar, no abrir el bolsillo anal, pero elegio cagar como hubiera elegido vivir en vez de aceptar vivir muerto.
Para no hacer caca, tendría que haber consentido no ser, es decir a morir viviendo.
Hay en la existencia algo particularmente tentador para el hombre y ese algo es LA CACA, pero para vivir hay que ser alguien, hay que tener un HUESO, hay que atreverse a mostrar el hueso y a olvidar el alimento.
El hombre prefirió la carne que la tierra de los huesos. Como no había mas que tierra y bosques de huesos tuvo que ganarse su alimento, no había mierda, solo hierro y fuego, y el hombre tuvo miedo de perder la mierda o mas bien “deseó” la mierda y para eso, sacrifico la sangre.
Para tener mierda, es decir carne, donde solo había sangre y chatarra de osamentas, donde no tenía nada que ganar y si algo que perder: la vida.
Entonces, el hombre se replegó y huyó.
Lo devoraron los gusanos. No fue una violación, se prestó a la obscena comida. Le encontró sabor, aprendió por si mismo a hacerse el tonto y a comer carroña delicadamente.
Pero ¿de dónde esa despreciable abyección?
De que el mundo no está ordenado todavía, o de que el hombre sólo tiene una pequeña idea del mundo y quiere conservarla eternamente.
Proviene de que, un buen dia, el hombre detuvo la idea del mundo.