En El Pais De Las Zankadillas

jueves, abril 30, 2009

"EN LA GALERIA" (Franz Kafka)

Si alguna débil y tísica amazona circense fuera obligada por un director despiadado a dar vueltas a la pista sin interrupción durante meses, a golpe de fusta, sobre un ondulante caballo, ante un público incansable; a pasar como una exhalación, lanzando besos, saludando y flexionando la cintura, y si esa representación se prolonga indefinidamente, bajo el incesante estrépito de la orquesta y de los ventiladores, acompañada por fluctuantes olas de aplausos, entonces, tal vez algún joven espectador de la galería bajaría rápidamente las largas escalinatas, cruzaría los estrados, irrumpiría en la pista y gritaría: “¡basta!”, en medio del estrépito de la siempre oportuna orquesta.
Pero no es así; una hermosa joven, blanca y sonrosada, sale de detrás de los cortinajes que los criados abren ante ella; el director, buscando con deferencia su mirada, se acerca como un animal sumiso; con cuidado, la ayuda a subir al caballo; como si fuera su nieta predilecta a punto de iniciar un viaje peligroso; no se decide a dar el latigazo de partida; finalmente, como obligándose a sí mismo, lo da, restallante; corre junto al caballo, con la boca abierta; sigue con mirada atenta los saltos de la amazona, como si no pudiera dar crédito a tanta destreza; trata de aconsejarla con gritos en inglés; furioso, exhorta a los empleados que sostienen los arcos para que tengan más cuidado; antes del gran salto mortal, pide silencio a la orquesta con los brazos en alto; finalmente, ayuda a la muchacha a desmontar del tembloroso corcel, la besa en ambas mejillas y todos los aplausos le parecen insuficientes; mientras ella, sostenida por él, erguida sobre la punta de los pies, rodeada de polvo, con los brazos extendidos y la cabecita echada hacia atrás, desea compartir su felicidad con el circo entero. Como esto es lo que ocurre, el espectador de la galería apoya el rostro sobre la baranda y, hundiéndose en la marcha final como en una honda pesadilla, llora sin darse cuenta.

sábado, abril 11, 2009

Hoy traigo un trocito del libro que me estoy leyendo, "El alma está en el cerebro", de Eduard Punset.

..."Una de las mentiras más intrigantes es la que sugiere que el lenguaje está hecho para entendernos. Desde luego, cuesta admitir que el lenguaje no sirva para eso, pero si el lector mira a su alrededor, observará que el lenguaje también sirve para confundirnos. Al menos, se trata de una herramienta muy imperfecta. Nos cuesta definir con palabras nuestros pensamientos y emociones, y por otro lado, nos cuesta adivinar qué quieren decir los otros cuando hablan. Por eso completamos nuestra comunicación con signos, con entonación, con gestos, con miradas, con sonrisas. (...) Nos comunicamos aunque sabemos que nuestra comunicación es imperfecta. Nos comunicamos a pesar de la confusión que generamos y a pesar de las limitaciones de nuestra comunicación".

Me llamó la atención porque me vuelve a llevar al tema del que he hablado otras veces, a mi necesidad (y decisión a la vez) de ser bastante transparente, de pedir lo que necesito y de mostrarme sin misterios, sin dobles juegos, sin dobleces. Porque me resulta agotador intentar descifrar a los demás, especialmente a quienes eligen fingir, confundir deliberadamente al otro, a quienes pretenden que les adivines el pensamiento y se enfadan si no aciertas en el intento. Porque no puedo con quienes te dicen una cosa cuando piensan la contraria, no sé leerles, no les veo venir, y no quiero (quizá no sepa) jugar a ese juego.

Me gusta pelearme un poco conmigo hasta ser capaz de poner nombre a las cosas que me pasan por dentro, a los pensamientos, las sensaciones, los sentimientos, las emociones... me gusta ser capaz de traducirlas en palabras, y luego compartirlas. Es verdad que compartir(te) así te hace un poco más vulnerable, dibuja un mapa de tus puntos débiles, pero creo que también facilita las cosas al otro, que no tiene que adivinarte constantemente. Quizá se pierda misterio, pero se gana cercanía y confianza.

Creo que el problema no está en el lenguaje, que seguramente por sí solo no sea la herramienta más precisa del mundo, pero como dice el texto, ayudado de los gestos, la mirada, la sonrisa, la entonación... mejora bastante (qué fríos quedan algunos correos electrónicos frente a la voz en primera persona, ¿verdad?). Pero el problema no está en que nuestras herramientas para comunicarnos no sean eficaces... el problema está en que teñimos nuestras relaciones de apariencias que luego se demuestran falsas, en que decimos una cosa esperando que el otro entienda otra, en que hablamos a medias, en que estamos más pendientes de lo que se espera que digamos que de mostrarnos como somos, en que nos escondemos tras muros de palabras que no quieren acercarnos al de al lado, sino disfrazarnos permanentemente. Y así, claro que generamos confusión. No por las palabras, sino por el uso que hacemos de ellas.

martes, abril 07, 2009

Silencio


Callarse no es nunca una salida. Es mejor morir diciendo lo que se siente, lo que se padece, que vivir en un silencio desquiciante y torturador. A veces, y ya me contradigo, el silencio es balsámico, necesario pero sólo para la necesaria reflexión que termine precisamente por romperlo. No puedo callarme, necesito decir, necesito manifestar por escrito o por la conversación o por la vía de la discusión, aquello que habita mis sombras y mis dudas. Quien se calla sufre, quien no dice termina por ser esclavo de sus frustraciones y debilidades.
Debemos pensar lo que decimos, es cierto, pero debemos decirlo. No me fío de los que se callan siempre, desconfío de aquellos que, por no herir, por no conmover, por ser políticamente correctos, se callan. Pero tampoco me fío de aquellos que hablan, que dicen lo políticamente correcto, que manifiestan el pensamiento único y ocultan (silencian) la verdad de las cosas y nos sumergen en una alharaca de palabras mentirosas y complacientes que son una forma aun más cruel del silencio.

domingo, abril 05, 2009


"Permitanme que diga, aun a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor".
CHE, Ernesto Guevara.
No, ridículo no, peligroso. Lo que sucede es que, como dice otra frase: "hay amores que matan". Los sentimientos de un hombre son difícilmente exportables más allá del ámbito, como mucho, doméstico. Cuando el amor ha de imponerse a tiros, a sangre y fuego, ya deja de ser amor y se convierte en pensamiento único, en terror y, muchas veces, en muerte. Sobre todo muerte de la libertad y de la verdad. No me fío mucho de aquellos que quieren esconder sus ideas tras el amor. Porque nos aman, nos harán sufrir y llorar. Nos pegaran, nos dirán que guardemos silencio y cuando levanten la mano no sabremos si es para descargar un paipaso o una caricia. Entonces el amor que nos inspiraban se convertirá en miedo y desearemos escapar o que nos maten pero ya no querremos que nos amen más

sábado, abril 04, 2009

Perder

A todos nos asusta. A todos nos disgusta. A todos nos acecha. Pero aunque nadie quiera aceptarlo, perder es una condición innata del hombre. Perdidos llegamos a este mundo y muchos continúan así hasta la tumba. Unos perdieron la fe y otros han perdido el amor aquel que creyeron eterno. Algunos las ilusiones, ese combustible necesario para hacer que se mueva la rueda de la vida. Otros pierden la vergüenza y otros, qué triste, pierden la virtud de luchar por lo que quieren. A veces me canso de luchar y prefiero perder a permanecer de pie.
Contra el perder no hay más remedio que luchar, no hay más que hacer que mantenerse caminando. Quienes se detienen les asalta el pánico y quienes no miran para adelante corren el riesgo de perder los referentes y asumen el riesgo de perderse para siempre en el laberinto trágico de la tristeza.

 
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