somos nosotros mismos quienes alimentamos nuestros terrores. Aquello que nos atemoriza pierde toda su fuerza en el momento en que dejamos de combatirlo. Varias veces he logrado controlar el miedo, asumiendo el resultado final, y asi superando todo tipo de adversidades.
¿de qué sirve recibir enseñanzas, si no las aplicas cuando te encuentras ante las dificultades cotidianas? Una enseñanza no se hace operante, no adquiere toda su fuerza transformadora, hasta el momento en que es aplicada.
El principio esencial es, en la medida que puedas, nunca dejes una cuenta pendiente con un enemigo. Pues, si quedan cosas larvadas, el odio se nutre de sí mismo, con peligro de proliferar. Una bomba con la mecha muy larga puede tardar años en explotar; pero el día en que se produce el descalabro los daños son cuantiosos. Entonces, es mejor, desarmar la bomba, no dejar amenazas de muerte sueltas en torno a ti o en tu inconsciente. Pero no hay que matar al adversario: es mucho mejor convertirlo en un aliado.